La quinta propuesta de esta serie de 13 Distopías que se estudiarán en los libros de historia es nada menos que una de las obras precursoras del ciberpunk. Un texto merecedor del Premio Nébula, el Premio Hugo y el Premio Philip K. Dick, que la reconoce como una de las mejores novelas de ciencia ficción publicadas en EEUU: Neuromante, de William Gibson.
En Neuromante (1984), el autor nos presenta un futuro en el que el intercambio de información mediante la conexión de los cerebros humanos a grandes procesadores de datos es posible, siendo la información la materia prima fundamental. Como sucede con toda materia prima, la falsificación, el robo y la compraventa de información están, en este futuro, a la orden del día. En este contexto, Case, un cibervaquero encargado del traslado de información, es castigado por un crimen con la inhibición de su capacidad de conectarse a la matriz central. Esta pérdida lo obliga a subsistir cometiendo pequeños delitos, hasta que es “reclutado” para llevar a cabo una peligrosa misión.
William Gibson (1948) es, sin duda, uno de los grandes referentes de la literatura distópica. Tras una infancia en la que los cambios de residencia fueron habituales debido al trabajo de su padre, con la muerte de este, Gibson y su madre se instalaron en la pequeña villa de Wytheville, en Virginia. Según Gibson, se trataba de una comunidad en la que el sentimiento religioso estaba muy presente, y en la que la progresiva modernización era una realidad que despertaba cierta desconfianza. Un ambiente un tanto opresivo, especialmente para un niño ya aficionado a la literatura de ciencia ficción y fan de la generación Beat. Este contraste influyó, probablemente, en su producción literaria posterior. Considerado uno de lxs mayores exponentes de la literatura de ciencia ficción, el género debe a Gibson la creación del término ciberespacio (concebido como esa “dimensión” virtual compuesta por redes informáticas). Neuromante, su primera obra publicada, consiguió un rotundo e inmediato éxito, tanto de crítica como de público. Una estupenda acogida que, en términos generales, acompañó al autor hasta nuestros días. De hecho, en el año 2018, Gibson recibió el premio de la Asociación de escritorxs de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos, que reconoce las contribuciones de lxs galardonadxs al género a lo largo de su carrera.
Con Neuromante, Gibson fue capaz de anticipar, ya en los albores de la Era de la Información, las tensiones derivadas de la existencia de las redes virtuales de contacto y control. Del mismo modo, fue capaz de prever y describir su inmensa influencia en las sociedades globalizadas tiempo antes de que estas existieran como tal. De este modo, Neuromante nos confronta con una realidad en la que hoy estamos inmersxs, y que en 1984 parecía algo aun muy distante: la vida digital. Muy alejada ya de esa “segunda vida” virtual enfocada como un juego en el marco de una comunidad on-line (Second Life), la vida digital hoy funciona como una extensión, como un complemento o, en el peor de los casos, como una sustituta de nuestra vida real (el ejemplo más extremo de esta última opción sería el de lxs hikikomori de Japón). El aumento de nuestra presencia en la red trae consigo inevitablemente el debate sobre los límites de nuestra privacidad y libertad, y con él, las necesarias suspicacias al respeto del creciente negocio de la comercialización de datos. Así, el ciberespacio libertario y lleno de posibilidades imaginado por Gibson, la suplantación virtual del mundo físico, encuentra en su proceso de “realización” al mismo enemigo de siempre: el capitalismo, que en este contexto supo reinventarse para sortear las “trampas” de la desmaterialización.
Imagen: autoría desconocida.