Llegamos a la penúltima de estas 13 Distopías que se estudiarán en los libros de historia con una serie reciente, concebida inicialmente como trilogía (en este 2020 fue publicada una cuarta parte, que relata los acontecimientos previos al punto en el que comienza la historia del primer volumen). Internacionalmente conocida gracias a su exitosa adaptación cinematográfica, se trata de una de las pocas propuestas de este listado pensada específicamente para un público juvenil: Los juegos del hambre, de Suzanne Collins.
Los juegos del hambre nos traslada a un futuro posible en el que el territorio hoy conocido como América del Norte es renombrado como Panem. Panem se encuentra administrativamente dividido en una capital y 13 distritos. La capital (llamada Capitolio), es el centro del poder político y económico. Los distritos están numerados del 1 al 13 en función de su especialización productiva dentro de Panem (y por lo tanto, de su riqueza). Así, el Distrito 1, especializado en la fabricación de artículos de lujo, es el que disfruta de mayores comodidades, llegando a la opulencia desmedida. El Distrito 13, por su parte, está especializado en la minería y la tecnología nuclear, lo que influye negativamente en sus ecosistemas y en la calidad de vida de sus habitantes, extremadamente pobres. Según este sistema, todo distrito debe trabajar para proveer al Capitolio, máximo exponente de un sistema totalitario, injusto y desigual. Esta situación de sometimiento extremo hizo que, años antes de los acontecimientos que se nos narran en Los juegos del hambre, tuviera lugar una rebelión de los distritos más empobrecidos (con el Distrito 13 a la cabeza), lo que desencadenó una guerra interna conocida como los Días Oscuros. Como castigo por el levantamiento, y con una finalidad disuasiva, el Capitolio destruyó el Distrito 13 (o eso fue lo que declaró a los distritos restantes). Para superar estos Días Oscuros, el Capitolio puso en marcha un evento anual que se retransmite en todo el territorio de Panem, y que cuenta con un seguimiento masivo. Se trata de una competición en la que un niño y una niña de cada uno de los distritos deben luchar con lxs 23 participantes restantes, hasta que solo quede una persona con vida. Este espectáculo televisado recibe el nombre de Los juegos del hambre.
Los acontecimientos narrados en la trilogía original comienzan 75 años después de los Días Oscuros, cuando Katniss Everdeen y Peeta Mellark son escogidxs por sorteo para representar al Distrito 12 en los Juegos del hambre. Dispuestxs a volver a casa con vida, ponen en marcha una estrategia que representa un desafío para el Capitolio. Así, Katniss se convierte, de manera casi accidental, en el símbolo de una nueva revolución.
Suzanne Collins (1962) es una novelista y guionista estadounidense, licenciada en Arte y Drama. Sin duda, Los juegos del hambre es la serie que le brindó fama internacional y puso su nombre en el listado de referentes de la ciencia-ficción y la distopía del siglo XXI. Sin embargo, Collins ya tenía experiencia en el campo de las sagas infantiles y juveniles, pues es autora de la serie Las crónicas de las tierras bajas, compuesta por cinco volúmenes publicados entre 2003 y 2007. El mundo clásico y la mitología griega tienen una gran influencia en su obra. La propia autora declaró que la principal fuente de inspiración durante lo proceso creativo de Los juegos del hambre fue el mito de Teseo y el Minotauro. La idea del castigo ejercido sobre una sociedad por los supuestos crímenes cometidos por las generaciones anteriores está perfectamente reflejada en esta serie. Y, como en el mito de Teseo, son las nuevas generaciones, lxs hijxs (en este caso, de Panem), lxs que deben purgar los pecados de lxs antecesorxs, sacrificándose en una lucha a vida o muerte.
Cuando se publicó el primer volumen de Los juegos del hambre, Collins reconoció esta influencia de la mitología griega, y relató cómo fue impactada por esta historia sobre una sociedad obligada a rendir tributo a otra. Sin embargo, no es la única influencia reconocida por la autora. Sin olvidar las referencias evidentes a la lucha de clases (presentes en casi todas las obras revisadas), la influencia más contemporánea es la de la cultura del reality show. Collins reconoció que el nombre del territorio en el que tienen lugar los acontecimientos de la trilogía, Panem, proviene de la locución latina Panem et Circenses (Pan y Circo), perfectamente aplicable la este gobierno ficticio que oculta la cruda realidad de los distritos más pobres (y la vergonzosa realidad de los más ricos) ofreciendo a todos ellos un espectáculo tan cruel y vejatorio cómo entretenido. Una manera mezquina de desviar la atención de las desigualdades sociales, las injusticias, la miseria y los conflictos, desactivando a la población, eliminando el potencial crítico y, con él, la posibilidad de la rebelión.
Imagen: autoría desconocida.