Pocas cosas quedan ya por decir del genial ensayista, dramaturgo, poeta y novelista irlandés Oscar Wilde, autor de clásicos de la literatura universal como El fantasma de Canterville, De Profundis, La importancia de llamarse Ernesto o El retrato de Dorian Gray. Sí hay, sin embargo, una faceta de su vida como intelectual que resulta un tanto menos conocida: la referida a su pensamiento político, recogido en la obra de 1891 El alma del hombre bajo el socialismo. Se trata de un escrito político claramente influenciado por Kropotkin, con el que Wilde continúa la estela del pensamiento libertario. El autor ofrece en este texto una teoría política sobre la/el individux, agente al que sitúa en el centro del desarrollo político y social.
Fiel a su pensamiento libertario, Wilde buscó siempre la liberación y ampliación de los horizontes de la acción humana en todos los campos posibles, algo que queda claramente recogido en su obra, y que el autor puso en práctica (aunque con alguna “tapadera”) a lo largo de su vida, asumiendo que la emancipación del sujeto implica también, obviamente, la libertad sexual del mismo.
El caso de Wilde es uno de los más conocidos ejemplos de la hipocresía de la que hacía gala la sociedad victoriana de finales del siglo XIX. La orientación sexual del escritor y crítico literario (compatible con su imagen pública como hombre casado y padre de dos hijos) era bien conocida por sus contemporánexs. Estxs no solo la toleraron, sino que concedieron un fulgurante éxito al autor, convertido en una celebridad siendo aún muy joven. No fue hasta que el padre de su amante, el marqués de Queensberry, acusó públicamente al autor de sodomía, que la mojigata sociedad de la época censuró el comportamiento de Wilde, en un proceso que terminó en juicio.
El 27 de mayo de 1895 Wilde fue juzgado y declarado culpable por un delito de “indecencia grave contra algunas personas” (como se denominaba en aquellos tiempos la homosexualidad, algo considerado “aberrante” por la sociedad de la época). Después de dos años de encierro y trabajos forzados en la cárcel (inicialmente en el penitenciario de Reading, en el que sufrió penosas condiciones), fue puesto en libertad el 19 de mayo de 1897, hace hoy 123 años.
Pero la condena de la sociedad no terminó con su salida de la cárcel: convertido en un apestado del que incluso su familia renegaba, Wilde tuvo que exiliarse a París, donde escribió su última gran obra, una dura crítica al sistema penitenciario inglés con forma de poema titulada La balada de la cárcel de Reading, cuyo éxito fue tal que impulsó la reforma de las condiciones en las prisiones victorianas.
Fue así como, ya al final de su vida, Oscar Wilde dejó para la posteridad un nuevo ejemplo de como los libros pueden contribuir de manera decisiva a cambiar una realidad llena de injusticia e indignidad.
Imagen de Graham Mulrooney/Alamy/ACI.