La tercera propuesta de la serie 13 Distopías que se estudiarán en los libros de historia se trata de una obra que, desde hace varios años, está en boca de todo el mundo, debido a su exitosa adaptación al formato audiovisual. Pero antes de ser una ficción televisiva aclamada por crítica y público, la historia a la que hoy hacemos referencia (que también fue adaptada a cine y teatro) ya batía conciencias debido a su cruda y certera descripción de un futuro tan terrorífico como factible: El cuento de la criada, de Margaret Atwood.
El cuento de la criada, obra publicada en 1985, narra el proceso de captura, sometimiento, toma de conciencia y lucha organizada de un pueblo, a través de la experiencia (individual primero, colectiva más adelante) de su protagonista. El cuento de la criada localiza su acción en un presente alternativo en el que no hay nacimientos, y en un país ficticio, la República de Gilead, fundado tras un golpe de estado que dividió el actual territorio de EEUU en zonas afines al nuevo régimen, zonas rebeldes y colonias (espacios contaminados por la radiación a los que son enviadas las mujeres que el régimen no considera como tal: LGTBIQ+, feministas, estériles o activistas). En un ejercicio de interpretación de la Biblia en clave heteropatriarcal (la lectura de un texto sagrado con un filtro machista, homofóbico y fanático no es algo que resulte extraño en nuestros días), el gobierno de Gilead instaura un sistema de dominación de corte totalitario y ultraconservador. Las mujeres, clasificadas según un sistema de castas, son las principales víctimas. La lucha hasta las últimas consecuencias por la libertad individual y colectiva; la capacidad de resistencia; el amor (en el sentido no romántico del término); la solidaridad entre pueblos; y, sobre todo, la sororidad, son las herramientas de las que dispone la protagonista de esta historia para poner contra las cuerdas a un régimen que parece tener todo de su lado para salir victorioso.
Licenciada en Filología, con especialidad en Inglés, Francés y Filosofía, Margaret Atwood define su obra literaria (compuesta por novela, ensayo, poesía y relatos breves) como feminista, pues explora tanto la explotación del cuerpo de la mujer en la contemporaneidad como la opresión social y económica a la que esta es sometida. Es algo que no sorprende en absoluto, teniendo en cuenta el hilo conductor de la obra que hoy analizamos. Sin embargo, sus textos muestran de manera recurrente otras preocupaciones de la autora con respecto al devenir social de su (de nuestro) tiempo: la defensa de los Derechos Humanos; las relaciones político-económicas entre Canadá (su país de origen) y los EEUU (país en el que vivió parte de su vida), siendo este otro aspecto que queda claramente reflejado en El cuento de la criada; la devastación medioambiental, en un marco conceptual en el que la naturaleza y lo femenino están muy relacionados; o la identidad de los pueblos (en concreto del canadiense).
Son muchos los espejos en los que la realidad (pasada, presente, y posiblemente futura) se ve reflejada entre las páginas de El cuento de la criada, y muchas las lecturas y las interpretaciones que se pueden hacer de esta obra, vinculando realidad y ficción. Escritura y publicada durante el mandato de Ronald Reagan en EEUU, el texto tiene un fondo de velada sátira del ideal americano propugnado por el dirigente, combinación de un (supuesto) progreso económico para la América blanca de clase media y el retorno a los valores familiares tradicionales. También hay aspectos asociados a un referente ideológico muy distinto, el de la Alemania nazi: desde los campos de exterminio a los que llevan a las mujeres «inservibles» para que trabajen hasta la muerte hasta la violación masiva para dar hijxs al régimen. También podemos encontrar entre los personajes de la obra actitudes que responden a ciertos arquetipos o, de una manera más concreta, a perfiles sociales o políticos fácilmente identificables (el caso más claro es el de la poderosa mujer de ultraderecha que colabora activamente con un régimen que la discrimina, renegando del feminismo y contribuyendo al sometimiento de sus compañeras, como hicieron en su momento Phyllis Schlafly, Sarah Palin o, más cercana a nosotrxs, Pilar Primo de Rivera).
Pero sobre todo, El cuento de la criada nos recuerda cómo las crisis económicas o de recursos acostumbran a levantar a gobiernos de corte dictatorial, misóginos y racistas, entre el silencio general de una ciudadanía que calla ante la eliminación de los primeros derechos (“mientras no me toque a mí”), y que tiende a despertar cuando el nuevo régimen es ya una realidad asentada. Pero, como bien demuestra Atwood en su novela, más vale tarde que nunca…
Imagen de Holly Stapleton.