Llegamos al final de esta serie de 13 Distopías que se estudiarán en los libros de historia con una obra escrita ya en este siglo XXI que, una vez más, nos invita a pensar en el presente con una mirada indecisa entre el pesimismo y la alerta. Una novela en la que la emotividad tiene, posiblemente, un peso más evidente que en las obras anteriormente propuestas, sin que este hecho disimule o rebaje la extrema dureza de su relato: Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro.
Contrariamente a la mayoría de las distopías ya analizadas, en Nunca me abandones la acción tiene lugar en un tiempo presente (o recientemente pasado), no futuro. Así, si bien el libro fue publicado en el año 2005, la historia que relata se desarrolla en los años 90 del siglo pasado. Unos años 90, eso sí, muy distintos a los que conocemos, en los que la sociedad de la Inglaterra en la que tienen lugar los acontecimientos relatados se divide en tres grandes grupos: gente normal o “posibles”, clones y cuidadorxs. El primer grupo está compuesto por personas con derecho a una vida plena, libre y llena de potencial. El segundo grupo está compuesto por las “réplicas” genéticamente exactas de las personas pertenecientes a ese primer grupo, cuya misión es únicamente abastecer a lxs primerxs de los órganos que estxs precisan para poder continuar con su vida cuando enferman. Por último, el tercer grupo tiene como cometido asistir al segundo una vez da comienzo el periodo de donaciones, para ayudarlxs en los sucesivos procesos de extracción. En este contexto en el que el sometimiento de una parte de la sociedad a manos de otra alcanza cotas insuperables, Ishiguro nos cuenta la historia de tres clones: Kathy, Tommy y Ruth. Lxs tres son criadxs en uno de los muchos internados en los que las personas como ellxs, destinadas a donar hasta la muerte, pasan su infancia y primera juventud practicando deporte y creando extraordinarias obras de arte. Si bien durante su infancia ignoran aquello que lxs hace diferentes, con el paso de los años van adquiriendo consciencia de que no son como la gente que vive fuera de la aislada institución (y con la que nunca tienen contacto); de que sus planes no se van a poder cumplir jamás. Ya conocedorxs del destino que les espera, el paso de los años y la promesa de un final prematuro no merman sus capacidades espirituales ni la profundidad de sus sentimientos. Pues, a pesar de lo que el sistema quiere creer, lxs clones no son máquinas. Son personas con alma e ilusiones, sufrientes, creadoras: personas completas.
Kazuo Ishiguro (1954) es un escritor y letrista (cuenta con formación musical, y está especializado en jazz) de origen japonés, afincado en Inglaterra desde muy joven. El mismo autor confiesa que aprendió a ser novelista componiendo letras de canciones, y que el intimismo y la necesidad de escribir en primera persona tienen su origen en las letras que compuso a lo largo de su carrera. Sus novelas conjugan un estilo minimalista y sutil propio de la literatura oriental (con mucho que leer entre líneas), con una profunda reflexión sobre el sentido de la vida, el papel del alma y la angustia vital, aspectos que siempre despertaron interés en el autor, y que lo llevaron a completar sus estudios de Lengua Inglesa con la carrera de Filosofía. La nostalgia por el paso del tiempo y una cierta querencia por los acontecimientos históricos y épocas no vividas por el autor caracterizan su obra, que lo hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 2017.
Nunca me abandones, teñida con una espesa pátina melancólica y aparentemente resignada, esconde en sus páginas (en esas lecturas entre líneas) una profunda crítica a los sistemas de clases y castas, que obligan al sacrificio extremo (sea social, material, económico, etc.) de una parte de la sociedad en favor del bienestar de la otra. Se trata así de una novela que se atreve a explorar los límites del egoísmo humano (del individual y del colectivo), pues muestra con que dureza las sociedades son capaces de “descartar” a otras comunidades, etnias, colectivos, etc. Una práctica habitual desde los albores de la humanidad, y especialmente característica de las sociedades capitalistas contemporáneas, que se ve favorecida por el anonimato “del/la otrx”. Personas sin cara, sin nombre, sin historia, que pasan a engrosar listados de afectadxs, muertxs, damnificadxs, daños colaterales. Personas aparentemente privadas de capacidad para decidir libremente sobre aquello por lo que vale la pena luchar. Personas, al fin y al cabo, que cuentan todavía con la dignidad que otorga la resistencia.
Imagen de Jorge Mascarenhas.