13 distopías que se estudiarán en los libros de historia: Un mundo feliz

Llegamos al ecuador de esta nueva serie de 13 Distopías que se estudiarán en los libros de historia con una obra imprescindible de la novela distópica (aunque su título parezca sugerir que no tiene cabida en esta serie de indeseables utopías corrompidas). Una obra que supo presentar como pocas, y de una manera tremendamente gráfica, las nefastas consecuencias de la alienación social: Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

Un mundo feliz propone una sociedad (el Estado Mundial) en la que las guerras, el hambre o la enfermedad están erradicadas, así como las artes, la ciencia, la filosofía, la religión o la familia. Una realidad en la que los seres humanos son creados mediante ingeniería genética, y dotados por esta vía de las características y potencialidades necesarias para desarrollar el rol que les es asignado. Un rol predeterminado que depende de su posición en un complejo e inamovible sistema de castas (Alfa, Beta, Gamma, Delta y Epsilon), en el que la familia es sustituida por una suerte de cadena de montaje. El libre albedrío es algo completamente desconocido en este contexto; no solo porque la estructura social haga imposible ejercerlo, si no porque, en realidad, nadie siente la necesidad de hacer algo por cambiar las cosas. Esto, a pesar de la constante vulneración de derechos a la que es sometida la gente, y de la privación de libertad y dignidad que este sistema supone. El motivo no es otro que el condicionamiento y el constante “lavado de cerebro” al que las personas son sometidas desde pequeñas para aceptar de buen grado su papel en el sistema. La ignorancia sobre la dominación que es ejercida sobre ellas es lo que hace que las personas se mantengan vivas y entregadas a ese “mundo feliz”. 

Aldous Huxley (1894-1963) nació en el seno de una familia de reconocidxs científicxs e intelectuales, y se formó en algunas de las instituciones académicas más prestigiosas de su país natal (Reino Unido), cuestiones que marcaron de manera notable su desarrollo literario. Si bien procedía de una familia acomodada, Huxley fue muy crítico con la burguesía británica desde sus primeras obras, y rechazó a través de ellas las tradiciones y costumbres de una clase social con la que había convivido de manera muy directa durante sus años de estudiante. Esto da una idea del carácter crítico, independiente y poco acomodaticio de Huxley (características que estarían muy presentes toda su vida). Esta necesidad de vivir de manera acorde con sus ideas lo llevó a tejer siempre sus relatos alrededor de nudos conductores que resultaran coherentes con su pensamiento e intereses en los distintos momentos de su vida. Así, Un mundo feliz es una clara crítica al funcionalismo extremo y al modelo de producción implantado por Henry Ford, que sin duda supuso una revolución en los EEUU de los años 30.  

Huxley imaginó cuál sería el resultado de la aplicación del modelo fordista de producción (trabajo en cadena, hiperespecialización y repetición) en la construcción de una sociedad, y esta es sin duda la crítica más evidente que encierra Un mundo feliz. Pero esta no es la única realidad reflejada por el autor en su obra. Huxley vivió los últimos años de una India sometida económica y territorialmente a la Corona Británica. Como ciudadano británico crítico con el imperialismo, no podía ignorar el papel que su país había tenido en el fomento y consolidación del sistema de castas, que tan bien se refleja en su obra. Pero sobre todo, Huxley centra su crítica en la asunción voluntaria de la opresión derivada de la alienación de la sociedad. Una inacción que, en el caso de la novela, se debe al empleo de drogas y mecanismos de manipulación mental por parte del poder. En la vida real, sin embargo, no es sino la respuesta de una sociedad sometida ante la promesa capitalista del cumplimiento de las aspiraciones materialistas en ausencia de una conciencia de clase.

📷 Imagen: autoría desconocida.

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